martes, 28 de junio de 2016



POEMAS  DE  FEDERICO  GARCÍA  LORCA 




"Humilde homenaje a Jorge Luis Borges"
Se extingue la luz brillante del amarillo sol tras 

Su sien plateada de filósofo solitario. Las sombras,

Inquietas, dibujan los amores inciertos del mañana. 



Descansa en el viejo banco del jardín mustio

Y silencioso. Observando estremecido el profundo

Color desgastado de la blanca rosa.

Quizás esa rosa, ahora toda oscura, que reposa 

Tristemente dichosa (pero a la vez cambiante)

Sobre el mundo de lo sensible

Sea tan solo una vana imitación, una simple copia 

Mal lograda de la verdadera rosa única.

Aquella que es la rosa de todas las rosas.

La rosa perfecta. Su querida flor platónica.













Mi corazón oprimido 
Siente junto a la alborada 
El dolor de sus amores 
Y el sueño de las distancias. 
La luz de la aurora lleva 
Semilleros de nostalgias 
Y la tristeza sin ojos 
De la médula del alma. 
La gran tumba de la noche 
Su negro velo levanta 
Para ocultar con el día 
La inmensa cumbre estrellada. 

¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagad







Garcia Lorca
         

            






Cuando sale la luna
se pierden las campanas
y aparecen las sendas
impenetrables.
Cuando sale la luna,
el mar cubre la tierra
y el corazón se siente
isla en el infinito.
Nadie come naranjas
bajo la luna llena.
Es preciso comer
fruta verde y helada.
Cuando sale la luna
de cien rostros iguales,
la moneda de plata
solloza en el bolsillo.

  







Casa Lorca







































Arbolé, arbolé
seco y verdé.


La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verde.


La niña del bello rostro 



     


                      
             


                                                                            I   

Salen los niños alegres
De la escuela,
Poniendo en el aire tibio
Del abril, canciones tiernas.
¡Que alegría tiene el hondo
Silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.

II

Voy camino de la tarde
Entre flores de la huerta,
Dejando sobre el camino
El agua de mi tristeza.
En el monte solitario
Un cementerio de aldea
Parece un campo sembrado
Con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
Como gigantes cabezas
Que con órbitas vacías
Y verdosas cabelleras
Pensativos y dolientes
El horizonte contemplan.

¡Abril divino, que vienes
Cargado de sol y esencias
Llena con nidos de oro
Las floridas calaveras!
                                                                       
                                     






García Lorca  de pequeño






La  casa de Bernarda Alba




¿De dónde es este gallo?
¡Soy el gallo de don Alhambro!
Pues ¡que se vaya! gritaron todos.
Me he renovado para venir en busca vuestra y poder subir al título que tanto ansío y para el que fui creado.
A mí, el título que me gusta es El Suspiro del Moro, dije yo.
Y a mí, Romeo y Julieta, dijo otro.
Y a mí, Vaso de Agua, repitió una vocecita.
¡Señores, por Dios! gritó el gallo. Yo no pido que tengáis la ideología de don Alhambro; también yo he cambiado de parecer, pero no me rechacéis por mi historia. Eso no lo puedo resistir. Aquí no se puede hacer nada sin contar con la historia. Soy bello. Anuncio la madrugada y como lema seré siempre insustituible.
Hubo una discusión violentísima, en la que el gallo suplicaba de manera tierna.
Basta, amigos míos, dije enérgicamente. Bajo mi responsabilidad. ¡Sube al título!
Abrimos el balcón y el gallo ascendió al título con todas sus plumas encendidas. Ya en la caña del título, nos saludó a todos de manera inefable. Manera de agua y jacinto. Poema de quien rompe una guitarra sobre el mar del amanecer. Dalia en el olivo y bosque en mano. Juego y mentira.
Hemos celebrado la ascensión del gallo al título de esta revista haciéndole bordar cuatro gallinas de seda rutilantes, para que su pico guste ardiente fruta de zigzag en la evocadora madrugada oscura de la imprenta. Mientras mis amigos aplaudían, yo escuchaba emocionado la sonrisa de don Alhambro, que me llegaba envuelta en el denso algodón en tronco de la sepultura.
Canta, gallo, regallo y contragallo.
Canta seguro bajo tu sombrerito de llamas, porque una de tus gallinas puede ser muy bien la gallina de los huevos de oro.
...ooo